Al revisar los distintos capítulos de la historia humana, vemos como mientras la cultura producida por el mismo hombre, ha ido por caminos, muchas veces deshumanizados y llenos de sufrimiento a causa de las guerras, las hambres, las pestes; han aparecido hombres y mujeres, que han abierto formas de pensamiento, que ahora llamamos disruptivos, porque se caracterizan precisamente por ser elementos de contracultura, se han hecho presentes como contradicciones, para sus contemporáneos, pero no por una influencia negativa, si no por una marcada orientación a dar respuesta a un conjunto de necesidades humanas que pedían una acción constante y comprometida.
Muchas veces pensamos que al mundo ya no le falta nada, que todo está hecho y dicho.
En parte puede ser cierto que, en esta sociedad diferenciada funcionalmente, como la pretendida modernidad en que vivimos, nos hace vivir en alguna forma encerrados, en estructuras con racionalidades instrumentales dominadas por la técnica que evalúa de forma continua la eficiencia, pero jamás podremos suprimir la necesidad de significado existencial, la necesidad de construirse con los otros y de trascendencia.
El mundo visto desde la técnica, las estadísticas, las tendencias, los mercados; no entiende de donde nace la utopía, muchos autores hablan de la esperanza como fuente de las utopías humanas, pero en realidad no es tan precisa esta postura, la utopía nace también del hombre, que ha sido construido en un contexto, donde hace también experiencia del bien, de lo bello, de la compasión y la solidaridad. No podemos conformarnos nunca, el hombre y su humanidad, están de camino hacia una situación que siempre puede ser mejor. Las utopías que estamos construyendo nacen precisamente como respuesta a estas carencias y desde los recursos con los que cuenta la humanidad para dar respuesta.
Existe el riesgo del estancamiento, una humanidad que se conforma que no aspira a nada, es una humanidad que empieza a morir y en este sentido la esperanza, también es algo que puede generarse, como respuesta al sinsentido de la autosuficiencia. La expectativa de un mundo mejor y más humano nace del compromiso activo de quien al mirar una realidad, se dispone como lo hizo Camilo de Lelis a dar la respuesta que el mundo necesita, asumiendo que son esos actos los que pueden abrir realidades distintas orientadas a hacer palpables mediante actos concretos la utopía y la esperanza.
El Centro San Camilo que se ha distinguido en la humanización de la realidad del dolor, la enfermedad y la muerte; mediante diferentes propuestas formativas colabora en la construcción de una nueva cultura en la que la persona es el valor más importante.
Este Sexto congreso está dentro de estas propuestas y busca convocar a todas las personas interesadas en capacitarse y formarse en diferentes áreas del acompañamiento teratológico y continuar con la promoción de la humanización necesaria de nuestra sociedad y cultura.
Estas invitad@ a participar, descubrirás el gran impacto que puedes tener como profesional de ayuda, en la vida de otra persona, haciendo el ejercicio humano de acompañarle y escucharle, ayudándole a encontrarle un nuevo sentido a su vida incluso en el descubrimiento de que puede después ayudar también a otros.
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